Yo, erótica

27.05.2021

 Ya hemos hablado en el blog sobre la figura de la mujer en la literatura y también sobre literatura y sexo. Hoy, con intención de completar lo que iniciamos con esos artículos, os hablaré sobre feminismo y sexo, dos elementos que están más relacionados de lo que a priori cabría esperar.

A estas alturas cada vez es menos necesario explicar el qué consiste el feminismo y qué es lo que demandan las mujeres en su lucha. No es, como parecen pensar algunas mentes ancladas en el medievo o incluso en la prehistoria, la lucha por la supremacía femenina, algo que solo puede ser tachado de disparate. Es la lucha por una igualdad que todavía queda muy lejos, pese a los grandes avances que se ha dado durante el último siglo, todos ellos logrados por mujeres con lágrimas, sudor y, desgraciadamente, sangre. Pero cuando hablamos de igualdad entre géneros, lo cierto es que en pocos ámbitos hay más desigualdad como en el sexual.  

¡Lucha por tu libertad sexual!
¡Lucha por tu libertad sexual!

 Solo hay que echar un vistazo a nuestro alrededor, a la sociedad en que vivimos, para comprender qué queremos decir con esto y por qué lo decimos. Podemos defender que la mujer posee la misma libertad sexual que el hombre, pero, por más que nos empeñemos en ello, la realidad, antes o después, nos dará un baño de agua fría. No, la mujer no tiene libertad sexual, y no la tiene desde el momento en que puede ser (y de hecho es) juzgada por su vida sexual de forma diferente a cómo sería juzgado un hombre. No hace falta profundizar mucho para entender a qué nos referimos con esto, pues, con solo observar las conductas establecidas en relación con el vestuario de hombres y mujeres o con el número y la frecuencia de relaciones sexuales de cada uno, podremos darnos cuenta de hasta qué punto hay divergencia entre ambos sexos. Esto, además, tiende a una descalificación exagerada en el caso de la mujer, independientemente de si es por exceso o por defecto. Una mujer recatada y de escasas y ocasionales relaciones sexuales será tildada de estrecha, de frígida, de sosa o de otros calificativos, digamos, más punzantes. Por otro lado una mujer que disfruta vistiendo de forma vistosa para lucir sus encantos, o simplemente porque sí, y que mantiene relaciones sexuales de forma frecuente y con numerosos amantes, será tachada rápida y contundentemente con apelativos muy poco amables y que no repetiremos aquí.  

 La cosa se complica cuando entran en juego otros elementos relacionado con el sexo. No pasa nada si un hombre dice que disfruta, por ejemplo, viendo porno, y que lo hace con frecuencia. Unas risitas y ya está. O que tiene media docena de amantes diferentes. ¡Olé tú, campeón! Pero en el momento en que es una mujer la que hace afirmaciones semejantes, las reacciones cambian de forma notable. La sociedad ni tolera ni acepta que una mujer se encame con diferentes hombres o que sea una consumidora habitual de porno. Y ni se te ocurra decir que disfrutas en la cama siendo atada, azotada o humillada por un hombre, porque entonces serán incluso las más acérrimas feministas, esas que defienden la libertad sexual de la mujer, las que te atacarán e insultarán, alegando que actitudes como la tuya suponen un serio perjuicio para la causa por las que ellas pelean. La situación, si bien es absolutamente lamentable, no deja de tener cierta ironía, ¿verdad?

Desde esta página, dirigida a la literatura erótica y al sexo, pensamos y defendemos que es fundamental cambiar esa percepción. Que es fundamental luchar no solo por los derechos de la mujer, sino también por una libertad sexual que, lamentablemente, está aún demasiado lejos de ser una realidad. Uníos a la lucha y repetid conmigo:

Yo, erótica.

Nunca más.
Nunca más.